martes, mayo 02, 2006

Apuntes de un regreso con gloria

En su octavo álbum de estudio, al que "Clarín" accedió en exclusiva, los de Seattle se muestran en su mejor forma.


Guillermo Boerr
gboerr@clarin.com


Probablemente quienes mejor aprecien la noticia serán aquellos que colmaron los dos conciertos que Pearl Jam dio en Ferro, el 25 y 26 de noviembre del año pasado: este martes sale el nuevo disco de estudio de la banda. La placa, titulada simplemente Pearl Jam y a la que Clarín accedió en exclusiva, parece volver al sonido abrasivo y urgente que el grupo exhibió en álbumes como Vs. (1993) y Vitalogy (1994), cuando eran la banda más grande del mundo.

Luego de que durante su show en el festival de Roskilde (Dinamarca), en junio de 2000, nueve fans de Pearl Jam murieran aplastados por la multitud, la banda suspendió su gira y se guardó hasta la salida de Riot Act, en diciembre de 2002 .

Aunque no menos rabioso que sus predecesores, el disco estaba sobrevolado por una tristeza infinita, concentrada especialmente en torno a la canción Love Boat Captain ("perdimos nueve amigos que nunca conoceremos, hoy hace dos años"). A modo de contrapeso, el activismo político, siempre presente a lo largo de su carrera, estaba esta vez brutalmente explícito en temas midtempo de furia a duras penas contenida, como Bushleaguer. Siempre respaldando sus dichos con acciones, participaron del "Vote for Change Tour", un grupo de músicos que, prefiriendo el mal menor, hicieron campaña por el demócrata Kerry.

Pasaron tres años y medio y la primera visita del grupo a nuestro país, nombrada por el emocionado cantante Eddie Vedder (un tipo famoso por esquivar la comodidad de la demagogia) como "los mejores shows de nuestra carrera... quiero decir, ¿qué público canta las partes de guitarra, por Dios?". Ahora llegó el momento de lanzar nuevo material. En Pearl Jam, su octavo trabajo de estudio y uno de los más feroces de su carrera, el quinteto de Seattle muestra los dientes.

Desde la tapa, la palta cortada al medio que muestra el carozo preanuncia la emotividad en carne viva característica de las letras de Vedder. Así como Given to Fly (de Yield, 1998) remitía inequívocamente al Going to California zeppeliano, el comienzo de World Wide Suicide, el primer corte de Pearl Jam, es casi igual que el de Thunderstruck, de AC/DC. Es que, aunque metida en la bolsa del grunge, Pearl Jam siempre fue una banda de rock clásico. Su sonido es hijo directo del de Led Zeppelin, los Who y los Crazy Horse de Neil Young pero, curiosamente, despojado de hasta la última gota de blues. Al menos en el sentido más estricto.

La crónica sociopolítica, ya se ha dicho, es uno de los sellos de los de Seattle. Pero no contada desde la izquierda (lo de la derecha ni vale la pena aclararlo), sino desde lo emocional. Así desfilan Life Wasted, World Wide Suicide, Marker in the Sand, Unemployable, Army Reserve...

Las esculturas del artista plástico y cineasta Fernando Apodaca le dan a al arte interno un tono macabro, deudor en cierto modo del museo de cera de Madame Tussaud. Pero también están las habituales letras de las canciones escritas a máquina y los títulos y créditos de puño y letra de Vedder.

Superando la fama, superando la tragedia, Pearl Jam está de regreso con uno de sus mejores discos. Es decir, superándose a sí mismos.




link: http://www.clarin.com/diario/2006/04/30/espectaculos/c-00501.htm

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