sábado, mayo 13, 2006

Balance de Jazzfest: 200.000 bajas - DESDE NUEVA ORLEÁNS

ANDY ROBINSON - 12/05/2006 - 09.59 horas
Nueva Orleáns

Bruce Springsteen, ya especializado en la resurrección mesiánica de ciudades golpeadas -desde Nueva York tras el 11-S en el disco The rising hasta Nueva Orleáns-, había cantado “Rise up!” estribillo de su canción "Ciudad en ruinas", lo que emocionó a un publico mayoritariamente blanco procedente de todas partes de EE.UU. menos los barrios destrozados de Nueva Orleáns. USA Today tituló “Jazzfest emerge triunfante” y, según las primeras estimaciones, la asistencia a lo largo de los nueve días que duró el festival de jazz y "patrimonio" musical de Nueva Orleáns terminado el pasado siete de mayo, había rebasado la de años anteriores.

Los turistas de la música, con sombreros de paja, botas New Balance, y camisetas anti Bush, nos calentamos con platos picantes de gumbo picante y con la leche cálida de la solidaridad humana. Volvimos a casa confiados en que Nueva Orleáns, ciudad heroica, se levantará orgullosa de los restos de la sopa toxica que la ahogó hace nueve meses. Pero la terrible verdad puede ser otra. Desaparecida la mitad de los habitantes, principalmente los que vivían en barrios afroamericanos, Nueva Orleáns corre el peligro de perder la música ya no como espectáculo sino como vida. Y probablemente no será una pérdida provisional .

“Estaba pensando el otro día que, desde Katrina, ya no se ven los niños que bailaban claqué en las calles”, dijo un taxista local y su reflexión me hizo pensar en aquella letra de Big Yellow Taxi de Joni Mitchell: “¿Verdad que siempre parece ser que no sabes lo que tienes hasta que ya se fue?”. Mas de la mitad de los casi 500.000 residentes que vivían en Nueva Orleáns de Katrina –y muchos de sus músicos- siguen refugiados en Luisiana, Texas y el resto del país.

Al igual que Mardi Gras, el simple hecho de que Jazzfest se haya celebrado en una ciudad en la que aun se encuentran restos humanos en las casas abandonadas, es un indicio de las prioridades estratégicas del plan de regeneración de la ciudad, centrado en el turismo y el entretenimiento temático, la música como espectáculo pero no como forma de ser. Al igual que ya hay un circuito turístico que pasa por los barrios destruidos como el Distrito Noveno, donde vivían muchos músicos, -entre ellos Fats Domino- ya hay un turismo que consiste en alegrarse por el espiritu indestructible de Nueva Orleáns. Las tiendas de souvenir en el barrio Frances rebosan de camisetas con eslóganes irónicos sobre la inundación como”I was blown by Katrina” (katrina me hizo una mamada). La ocupación hotelera durante este Jazzfest es mas o menos igual que años anteriores, dijo Michael Valentino, propietario de cuatro hoteles en el distrito francés, aunque añadió que aun no han abierto todos los hoteles.

Pero, el futuro de la cultura popular de música en Nueva Orleáns no depende de hoteles ni de Jazz fest sino de “las redes sociales y culturales entre vecinos que ya no están”, según dijo Jacques Morial hermano del ex alcalde de la ciudad. “Los niños aprenden a tocar en las escuelas pero desde Katrina no se ha abierto ni una sola escuela publica en la ciudad”, añadió. Muy crítico con Jazzfest, Morial teme que Nueva Orleans se convierta en una ciudad hiperreal, un theme park, temáticamente inspirada precisamente por el espíritu musical de Nueva Orleáns que jamás muere. Así lo matarán. Trompetistas se disfrazarán de trompetistas para “evocar” el pasado como los guias que hacen los recorridos turisticos de las plantaciones de azucar y algodón en el Mississippi vestidos de criadas del siglo XIX (aunque no de esclavos). Esta tendencia ya se veía en el barrio francés antes de Katrina, donde la simbología de Mardi Gras y del jazz ya no es más que merchandising.

Pero la autenticidad de la cultura en Nueva Orleáns dependía de lo que ocurría mas allá de Bourbon Street, en una Nueva Orleáns desconocida para el turismo. Antes de Katrina el turista perdido topaba con policías en las fronteras del barrio francés que le desaconsejaban cruzar al otro lado hasta los barrios populares con sus cifras record de delincuencia y homicidio, caldos cultivos del vicio y , claro de la música también. Allí habia fumado marihuana Louis Armstrong; allí se drogaban y se peleaban con navajas los Hermanos Neville; ahí, el “gangster gumbo” de Nueva Orleáns se convirtió en líder del hip hop actual , de raperso como Juvenile, Lil Wayne, Master P, Mannie Fresh (todos ausentes en Jazzfest, que solo incluyó a hip hop considerado “patrimonio cultural”, Douggie Fresh y no Mannie Fresh, porque, como escribió Kelefa Sanneh en el New York Times, en Jazzfest “el gangster gumbo solo puede servirse frió") . Yo recuerdo hace 14 o 15 años cruzar a pie la zona prohibido más allá del French quarter en busca de un hotel cuando paró un coche deportivo color rojo y su conductor blanco nos dijo: ”¡Iros corriendo dos calles mas allá porque aquí corréis grave peligro!”. Cosa que hicimos. Ahora en al era post Katrina, un turista puede pasear libremente por Nueva Orleáns, sin avisos policiales, porque los barrios populares están vacíos de gente, de música y de alma.

Actuaron en Jazzfest Springsteen, Bob Dylan, Elvis Costello, Irma Thomas y Paul Simon y todos anunciaron al resurrección de Nueva Orleáns pero el que verdaderamente captó el espiritu de la ciudad actual era Fats Domino, que se retiró en el ultimo momento por motivos de salud. Fats, a los 78 años, ex residente del Distrito Noveno destruido por la inundación y aun, nueve meses después, un paisaje desolador de coches volcados, escombros y casas de madera arrancadas de sus cimientos, se habia convertido en un símbolo vivo del plan de la recuperación de la ciudad, “Nueva Orleáns regresa”, eslogan repetido como una mantra por los lideres culturales de la ciudad. Rescatado del tejado de su casa durante la inundiacion, ha comprado este año una casa en la localidad de Harvey, cerca de Nueva Orleáns e insiste en que quiere volver a la ciudad.

Su actuación programada para el momento culminante del festival iba cargado de simbolismo que quizás contribuyese a agudizar la conocida hipocondría de Fats. Conscientes de que el pianista pudiera "rajarse" a última hora como en ocasiones anteriores, representantes del festival acudieron a su casa el domingo por la tarde para prevenir percances. Pero Fats ya se encontraba muy mal: “¡No quiero ir a Jazzfest; quiero ir al hospital!”, les dijo, según el diario local Times Picayune. Al final compareció pero solo para decir que no actuaría.

La ausencia de Fats, en cierta manera, es mas simbólica que habría sido su presencia. Miles de músicos de Nueva Orleáns están repartidos por el país, parte de una gran diáspora de la clase obrera de la ciudad. Aunque algunos buscaron formas de llegar a Jazzfest y aprovechar las oportunidades de trabajo, otros muchos no han podido. Y para los que sí acudieron, las condiciones han resultado más que arduas. Llegaron al festival desde hostales en Houston, casas de familiares en California y casas prefabricadas de la agencia federal de emergencia (FEMA) aparcadas en las afueras de la ciudad. Dormían en el suelo de amigos porque los alquileres se han disparado y los hoteles ya están llenos. “Los alquileres aquí están por las nubes, me he apañado durante el festival pero no tengo donde dormir así que después tendré que regresar al trailer (casa con ruedas) en Mississippi”, dijo Gregory Veals, trompetista de 30 años que tocaba con la brass band -la orquesta de viento- Los Little Rascals que habia sustituido al Tornado Brass Band cuyos integrantes no habían podido llegar.

Quizás hay que evitar la nostalgia por una Nueva Orleáns que sufría antes del Katrina una pobreza y una delincuencia endémicas. Veals no añoraba la ciudad perdida porque , dijo, “antes no se apreciaban los brass bands que son lo que diferencia a Nueva Orleáns delresto del mundo; espero que vaya mejorar ahora”. Pero es difícil imaginarse cómo va a mejorar. En la versión nueva de Nueva Orleáns, menguada e higienizada, -una ciudad "distinta, demográficamente, geográficamente y políticamente de lo que era antes”, según dijo el multimillonario James Reiss que durante el huracán protegía su mansión en la elegante Saint Charles Avenue de los saqueadores con la ayuda de mercenarios israelitas que blandían ametrallador-, cuesta creer que cabrá el brass band autentica. A no ser que sea una pieza de museo multimedia e interactivo El líder mítico del Terme Brass Band, “Uncle” Lionel Batiste, a los 75 (o 76) años, sigue tocando en Donna’s en North Rampart Street en las afueras del distrito frances. Toca el tambor, canta y baila con cualquier chica que se ofrece, copa en mano. Pero Lionel también esta ”desplazado” . Vive en un hostal desde que las aguas se llevaron su casa.

Uncle Lionel y Glen David Andrews, el joven trompetista-cantante con voz de Louis Armstrong reinterpretaron un tema clásico para el Terme Brass Band en Donna’s el viernes antes del ultimo fin de semana de Jazzfest. “No quiero estar en Houston porque en Houston no puedo ver la luz de la luna sobre el bayou (pantano)”, cantaba Andrews que ha vuelto de Houston pero solo para vivir en un pequeño trailer –casa prefabricada con ruedas- propiedad de FEMA.



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