| Lugar: Teatro Bretón, Salamanca |
| Fecha: 05 de diciembre de 2001 |
| Hora: 22:30h |
| Promotor: Consorcio 2002 |
Ese concierto de Los Enemigos, aplazado por la lesión de su guitarrista Manolo Benítez (a juzgar por la desenvoltura con que se aplicaba en recoger del suelo y colocarse en la boca los canutitos que los fans le arrojaban al escenario, esta recuperadísimo) tuvo lugar. Era un concierto con dos sesiones muy especiales (hablamos de la del miércoles). En primer lugar, es el anuncio de una despedida de una banda con 16 años de carretera, y en segundo lugar, se estaba grabando en directo su testamento discográfico. “Sonamos como siempre y nos sentimos incapaces de cambiar”, dice Josele, tratando de explicar el engorroso primer asunto. “El rock español no vende al no ser que le demos un formato mas acústico” dice algún directivo discográfico observando la lista de superventas (M-Clan, Fito & Fitipaldis). El caso es que asistimos a un concierto histórico, donde el cuarteto madrileño ayudado por el ex Golpes Bajos, Pablo Novoa, trataría de amansar la fiera del rock, colocando taburetes y guitarras acústicas, donde nunca debió haberlas. No es que las canciones de Los Enemigos no suenen tan inteligentes, pesimistas, e irónicas en clave desenchufada, pero lo cierto es que pierden parte de su identidad: la caña mordaz y rabiosa que siempre alumbro su vida. Un problema demasiado esencial para solucionarlo con un par de bises.
Juan Mari Montes
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