jueves, agosto 24, 2006

Toda una fiesta de sonidos

La más reciente edición del festival Street Scene de San Diego se convirtió en una impresionante vitrina para el rock, el hip-hop, el reggae y otros géneros musicales

Sergio Burstein
Especial para Espectáculos

8 de agosto de 2006

Los festivales realmente masivos de rock, que hasta hace algunos años eran prácticamente una exclusividad europea, han empezado a crecer en número y en tamaño en Estados Unidos, hasta el punto de que el Sur de California se está convirtiendo en un lugar particularmente atractivo para todos los seguidores de esta corriente musical.

Dentro de esta oferta, no cabe duda de que el evento de mayor crecimiento ha sido el Street Scene de San Diego, que este año celebró en las afueras del Estadio Qualcomm su edición más espectacular, con un cartel de dos días, viernes y sábado, que se centró no sólo en distintas vertientes del rock, sino que incluyó también a artistas relevantes de otros géneros, sobre todo el hip-hop, dándole de paso cabida a agrupaciones tan buenas como difíciles de clasificar.

Ése fue el caso de Ska Cubano, un conjunto que, siguiendo lo que dice su nombre, no se limita a interpretar el bailable ritmo jamaiquino, sino que lo combina generosamente con el calipso, el mambo y el son de la isla de habla hispana, agregándole a veces a la mezcla ciertas pinceladas de cumbia.

Aunque se presentó en el escenario más pequeño, no tuvo un horario estelar y se vio mermado por la ausencia de uno de sus dos cantantes, Beny Billy (a quien no se le otorgó la visa), el grupo surgido en Londres sedujo por completo a su pequeña pero entusiasta audiencia durante la tarde del domingo.

Los temas en español fueron entonados con mucho sabor y destreza por Carlos "Al Capone", un invitado venezolano que se convirtió en el reemplazo ideal de Billy, mientras que el toque "skasero" le correspondió a Natty Bo, quien además de ser un gran vocalista y un buen bailarín, lució un extravagante atuendo, semejante al de los recordados pachucos.

Pero los tres escenarios principales fueron los que congregaron al mayor número de asistentes, mostrando de hecho una gran consistencia en el nivel de calidad, lo que hacía realmente difícil optar por uno solo, aunque la considerable longitud de todos los sets (hasta las bandas menos conocidas tuvieron una hora en su respectiva tarima) se convirtió en un recurso ideal para no tener que perderse casi nada si uno se lo proponía seriamente.

La noche del viernes, por ejemplo, el polémico rapero Kanye West se presentó al mismo tiempo que los celebrados rockeros de Social Distortion, mientras que el sábado, el misterioso e inspirado grupo Tool actuó de manera simultánea al siempre divertido Snoop Dogg.

Entre todos ellos, la propuesta artística más original y desafiante fue la de Tool, cuyos integrantes permanecieron todo el tiempo en la penumbra, dejando que su música (compleja y muy poco comercial, con un sonido que le debe tanto al hardrock como al rock progresivo más experimental) y las alucinadas imágenes que proyectaban en las pantallas gigantes hablaran por ellos.

En el área del hip-hop, Kanye West fue quien mostró la faceta más social, aunque su estilo —muy influenciado por el soul— resultó sumamente llevadero, mientras que Snoop Dogg exhibió su proverbial eficacia en la elaboración de sinuosos rapeos sobre atractivas bases del funk, además de desafiar abiertamente a las fuerzas policiales presentes mientras fumaba un cigarrillo de marihuana en el escenario (un hábito que, según él mismo anunciara hace unos años, había dejado supuestamente de lado).

El rock más duro tuvo también a excelentes representantes: el sábado le tocó el turno a Queens of The Stone Age, que tiene en Josh Homme a un excelente guitarrista y cantante, con un estilo vocal completamente distintivo, ya que no necesita nunca gritar para dejarse escuchar, a pesar de que su música —articulada sobre dos poderosas guitarras— puede ser a veces tan pesada como psicodélica.

El domingo, uno de los actos principales fue Yeah Yeah Yeahs, un trío neoyorquino que ha sido definido como "art-punk", y que en la práctica funciona como una implacable maquinaria rockera. Sin incluir a un bajista, pero sumando para la ocasión a un tecladista, el grupo sonó increíblemente poderoso, teniendo en primera línea a su impresionante vocalista Karen O, quien a pesar de gritar mucho se las ingenia para darle diversidad y energía permanente a sus shows.

Otros que mantuvieron el volumen de sus guitarras a tope y que convencieron con ello a la audiencia fueron los australianos de Wolf-mother. A pesar de sus evidentes deudas con Black Sabbath y Led Zeppelin, el trío ofreció un verdadero despliegue de poderío sonoro, sazonando ocasionalmente su propuesta con atractivos arranques de psicodelia en los teclados.

Con menos intensidad musical, pero llevando encima el peso de un legado glorioso que marcó no sólo a los grupos punk de finales de los 70, sino también al glam de los 80, The New York Dolls —que se reunió hace un par de años teniendo sólo a dos de sus integrantes originales— no se conformó con presentar únicamente las piezas emblemáticas que grabara en los 70, sino que interpretó también varias canciones del disco que lanzó hace menos de un mes, completando con ello una cuota casi perfecta de buen rock’n’roll.

Otros rockeros legendarios que se hicieron presentes, siendo recibidos como héroes, fueron los miembros de Bad Religion, verdaderos pioneros del hardcore melódico californiano. Veintiseis años después de su creación, el grupo angelino sigue siendo una fuerza de relevancia en la comunidad punk de todas las edades y mantiene una posición beligerante que se ha traducido en sus recientes críticas a la administración de gobierno.

En el rubro del rock contemporáneo destacó Futureheads, un excelente cuarteto inglés que se ganó al público con su carisma y un refrescante estilo que combina armonías vocales sencillas pero atractivas con interesantes arreglos de guitarra, mostrando que también se puede ser muy energético sin ser ruidoso.

Tampoco le fue nada mal a West Indian Girl, una estupenda banda psicodélica de Los Ángeles que, además de presentar un estilo que le da amplia cabida a la improvisación, cuenta con una vocalista realmente fantástica, Mariqueen Maandig.

El sábado en la tarde, el reggae estuvo muy bien servido por los veteranos de Steel Pulse, quienes desplegaron la bandera rastafari para brindar sus mensajes de paz, armonía y ecologismo a través de canciones animadas y positivas que, dejando completamente de lado la faceta pop que adoptaron en los 90, se movieron en la línea tradicional que los convirtió en una de las bandas británicas más renombradas del género.

En el mismo escenario se escuchó luego una aproximación mucho menos convencional al estilo jamaiquino con Slightly Stoopid, una banda californiana que, siguiendo la línea de los insuperables Sublime, le dio un aire completamente playero a su particular versión del reggae, fusionándolo alegremente con elementos del ska y del punk.

La onda retro de los 80 tuvo también cabida con She Wants Revenge, un grupo conformado por esforzados seguidores de Joy Division. Lamentablemente, sus integrantes no mostraron ni el carisma suficiente ni la presencia escénica necesaria como para desvincularse de las acusaciones que los señalan como simples imitadores de artistas mejores.


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